Dos acepciones muy simples, pero igualmente poderosas en su esencia, son universalmente aceptadas para la definición de energía. Desde la perspectiva de la física la energía se define como “la capacidad para realizar un trabajo”[1]. Desde las ciencias económicas en cambio, el término hace alusión a un recurso natural que permite ser extraído, transformado y en consecuencia darle un uso industrial o económico.
“La energía es el motor que hace funcionar el mundo. Cuanto más desarrollada es una sociedad, más energía consume, y no siempre de un modo eficiente. Con un uso responsable y eficaz podemos disponer de mayores prestaciones de servicios”[2]. Este servicio ha terminado por convertirse con el pasar de los años en un servicio esencial, pasando de ser un determinante de calidad de vida de las personas a ser uno de los ingredientes primarios del crecimiento, progreso y desarrollo económico.
¿Qué es una fuente de energía y cuáles son los tipos de fuentes?
“A los elementos de la naturaleza que pueden suministrar energía se les denomina fuentes de energía”[3] Estos a su vez se dividen en dos tipos básicos de fuentes, sin embargo, con el paso del tiempo se han logrado nuevas acepciones que recogen distintas perspectivas, así:
- Energías renovables: Corresponde a los recursos limpios y casi inagotables que nos proporciona la naturaleza. Estos por su carácter natural, contribuyen a disminuir nuestra dependencia a la explotación de recursos fósiles, han impulsado desde sus características nuevos desarrollos tecnológicos, jalonando crecimiento y la creación de nuevos empleos.
- Energías no renovables: Por definición son aquellas cuyas reservas son limitadas y disminuyen a medida que son explotadas. Entre ellas se destacan el petróleo, el carbón, y el gas entre otros. Para el caso de este tipo de energías, a medida en que las reservas de estos elementos disminuyen se hace más difícil su extracción, se incrementan los costos y consecuentemente se amenaza a la naturaleza con su disponibilidad.
Con la entrada en vigencia de los temas energéticos, diferentes centros académicos y organizaciones han abierto nuevos espacios de discusión que han obligado a repensar las definiciones clásicas antes mencionadas, acuñando nuevos términos y redefiniendo su alcance. A continuación, se exponen algunos términos que hacen referencia a diferentes tipos de energía, que a pesar de que pueden incluirse en las anteriores definiciones, buscan proyectarse desde su particularidad hacia las necesidades que impone el mundo de hoy, ambientalmente consciente y apostándole con decisión a procesos sostenibles.
- Energías limpias: La condición sine qua non para que un tipo de energía pueda ser catalogada como limpia es que esta no genere residuos al producirse o utilizarse. Así entonces, puede inferirse que en muchos de los casos este tipo de energías también pueden ser renovables.
- Energías alternativas: Por definición, este tipo de energías corresponden a aquellas que son diferentes a las tradicionales o las más utilizadas en la actualidad, como es el caso de los combustibles fósiles o la energía nuclear. Para este caso en particular, existe un consenso acerca de que este tipo de energías no implica la quema de combustibles fósiles[4].
Un último proceso de tipificación, esta vez de cara a sus condiciones de consumo, divide a la energía en dos tipos así:
- Energía primaria: La energía primaría es aquella que se encuentra contenido en los combustibles, antes de pasar por los procesos de transformación a energía final.
- Energía final: Corresponde a la energía tal y cómo se usa en los puntos de consumo; por ejemplo, la electricidad o el gas natural que se utiliza en nuestro hogar.[5]
[1] González, Gómez, Mayoral. Física fundamental (2012). Capítulo 7, p 73. Recuperado de: http://bdbiblioteca.universidadean.edu.co:2076/onlinepdfjs/view.aspx
[2] Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía – IDAE, Gobierno de España. Guía Práctica de la energía (2010). Capítulo 1, p 16-17.
[3] Ibidem.
[4] Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía – IDAE, Gobierno de España. Guía Práctica de la energía (2010). Capítulo 1, p 16-17.
[5] Ibidem.